Últimamente no paramos de oír conceptos como ‘ecológico’, ‘local’, ‘economía circular’, ‘sostenible’ o ‘green washing’ pero ¿qué hay realmente detrás del mundo de la moda? ¿Dónde debemos poner el límite como consumidores? Es hora de que asumamos el rol que nos corresponde en cuanto a sostenibilidad y aprendamos que nuestros actos tienen consecuencias.
¿Por qué es necesaria la sostenibilidad?
Todos sabemos que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo. Sin embargo, supone el 7 % del comercio global internacional. Produce un 20 % de los tóxicos vertidos al medio y un 10 % de las emisiones globales de CO2. Casi nada. Aunque no lo incluimos entre unos de nuestros documentales de moda imprescindibles (aunque deberíamos haberlo hecho, mea culpa), probablemente te suene True Cost. El film de 2015 pone de manifiesto parte de la cara B de esta industria: explotación, mano de obra barata y peligro medioambiental. Toda una joya que hace que las camisetas que llegan a nuestras manos tengan un coste de 5€.
Según el experto Stephen Leahy, la producción de un tejano básico requiere 7.600 litros de agua y la de un par de zapatos 10.000. Tan solo para el cultivo de algodón, uno de los tejidos más utilizados, se necesita el 2’6 % del total de agua dulce que tenemos en el planeta. Es realmente un panorama desolador. Pero ¿qué podemos hacer nosotros, pequeños consumidores para mejorar nuestra situación? ¿Dónde está el cinco en la escala de la sostenibilidad? La respuesta a esta pregunta, como suele ocurrir, no existe. Lo único que sabemos es que necesitamos la restructuración integral de uno de lo sectores más importantes de la economía mundial.
El COVID nos lo ha dicho claro
El 2020 quedará marcado como el año del terror. Fashion Weeks canceladas, desfiles que solo han visto la luz de manera digital y hasta la quiebra de algunas marcas emblemáticas. Todo por no poder seguir el ritmo, por necesitar parar. Los diseñadores, grandes y pequeños, se han dado cuenta de que es inviable seguir produciendo a un ritmo tan vertiginosos como irreal. La creatividad no entiende de plazos, el planeta tampoco. Firmas como Gucci o Saint Laurent, fueron las primeras en aflojar las riendas y pronto otras siguieron su estela.
Los nuevos emprendedores comienzan ya sus andaduras empresariales con una hoja de ruta marcada hacia el aprovechamiento de los recursos. La introducción de tejidos ecológicos como el algodón orgánico o el lyocell (a base de celulosa) y de la línea Join Life, suponen un paso hacia la dirección correcta. Baby steps como dirían los ingleses.
¿Y nosotros qué?
Pero quizá el papel más importante -y el más complicado- sea el nuestro, los consumidores. ¡Qué difícil es cambiar un patrón de conducta cultivado durante años! Cuando el deseo fashionista aprieta y el presupuesto no da para más, es difícil resistirse a caer en la tentación de comprar en las tiendas de fast fashion. ¿Quién podría culparnos? Instagram y Pinterest son demasiado persuasivos (¿no hubo una corriente de videos en Youtube llamada ‘Youtube me hizo comprarlo’?).
Quizá lo único que nos quede sea buscar el equilibrio, un término medio que nos permita seguir disfrutando de la moda a la vez que hacemos malabarismos con nuestros sueldos (o pagas). Plataformas de reventa de ropa, tiendas de segunda mano y proyectos de alquiler como Ecodicta son un soplo de aire fresco. También los pequeños empresarios y diseñadores locales que ofrecen productos handmade únicos y asequibles.
Así pues ¿dónde está el truco para conseguir (por fin) la sostenibilidad? La fórmula mágica reside en hacer un smoothie verde con todos los ingredientes a nuestro alcance. Un poco de vintage, una pizca de prendas heredadas, algún que otro top básico low cost, complementos artesanales y algún caprichito de esos que valen tanto como los meses que hemos necesitado ahorrar para conseguirlo. ¡Et voilá, el fondo de armario perfecto! Eso sí, no nos olvidemos nunca del sentido común y dejémonos del tan atroz (y pasado de moda) “no tengo nada que ponerme”.
El Attelier Magazine