La angustia adolescente, el nuevo Romanticismo

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¿Recuerdas esos días en los que te sentías como un personaje sacado de una telenovela? Sí, esos momentos en los que te envolvías en una manta de melancolía, suspirabas y te dejabas llevar por el “mis padres no me entienden”.  Parecía que el mundo se iba a acabar y lo único que podías controlar era cómo de planchado llevabas el flequillo. La angustia adolescente no es nada nuevo, es lo que antes se conocía como Romanticismo.

Eres adolescente. No eres mayor pero tampoco pequeño, estás en el limbo. No tienes libertad para hacer ciertas cosas pero al mismo tiempo se te exige que te comportes como una persona adulta. Nos damos cuenta de que nuestros padres no son perfectos, que el mundo está lleno de ellas y nos sentimos abrumados. En esta etapa de la vida, todo se siente intensificado, la alegría desborda pero también la tristeza nos embarga.

La angustia adolescente es una fase por la que todos debemos pasar

Los escritores románticos como Lord Byron, Bécquer, Mary Shelley y Victor Hugo ya escribían sobre estas ruinas emocionales y los desengaños amorosos. Ellos ya nos mostraron el camino hacia la glorificación de la tristeza, encontrando belleza en la melancolía y la búsqueda del “yo”, mucho antes que los ’emos’ o la generación del 27.

Pero, ¿por qué nos sentimos atraídos por todo esto? En realidad, esta angustia y etapa romántica surgen de la necesidad de encontrar nuestra propia identidad en medio de la tormenta emocional. Rechazamos las ideas de nuestros padres, todo lo que son “ellos” buscando el “yo” para forjar nuestra propia personalidad y evitar convertirnos en papi-mami 2.0. Es una transición necesaria en la que debemos someter todo ese caos a juicio y discernir “¿quién soy yo?”. Es un momento de introspección absoluta y ejercicio de autovalidación, donde los likes en redes sociales y nuestros grupos de amigos juegan un papel importante (aunque no deberían tanto).

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El caminante sobre el mar de nubes, 1818. Óleo sobre lienzo.

Desde amores no correspondidos hasta dramas existenciales, todo parece tener un toque de grandeza cuando estamos inmersos en ese torbellino. Sentimos que nuestra tristeza nos hace especiales y únicos, como si fuéramos los protagonistas de una novela trágica. De hecho, suele coincidir con las etapas de mayor creatividad, canalizando ese mar de lágrimas en manifestaciones artísticas como la música, la pintura o la escritura. 

Este paralelismo entre Romanticismo y angustia adolescente se vuelve más evidente a medida que nos acercamos a estas representaciones artísticas. Es decir, la literatura del siglo XIX fue una época en la que los escritores se sumergieron en temas como el amor, la libertad, el desengaño y la búsqueda de identidad. Crearon obras que expresaban la intensidad emocional y la fascinación por la melancolía. Durante ese período, también se encontraron elementos como la romantización de la enfermedad y la muerte acechante.

Avanzando en el tiempo y llegando a la década de 2010, presenciamos un boom en las novelas contemporáneas que abordaban temas similares. Uno de los autores más destacados en este ámbito fue John Green, cuyas novelas como “Bajo la misma estrella”: dos jóvenes con enfermedades terminales que se enamoran perdidamente y tratan de vivir sus últimos momentos de vida al máximo. Vaya…

“Vanpiro esiten”

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La presencia de estas criaturas en la literatura del Romanticismo servían como un lenguaje encriptado para tratar sin censura críticas a la sociedad, la fascinación por lo oscuro, lo prohibido y la búsqueda de la pasión desenfrenada. Autores como John Polidori con “El vampiro” y Bram Stoker con “Drácula” introdujeron personajes vampíricos icónicos que se convirtieron en símbolos de seducción.

Los vampiros resucitaron en la serie de novelas “Crepúsculo” de Stephenie Meyer en la década de 2000. La historia de amor entre Bella Swan, una adolescente ordinaria, y Edward Cullen, un vampiro centenario, exploró la atracción magnética y prohibida entre los protagonistas. En la adolescencia, las emociones se intensifican y se buscan experiencias emocionales intensas y trascendentes. Los vampiros en la literatura encarnan esa sensación de inmortalidad y pasión que atrae a los jóvenes en su búsqueda por escapar de la cotidianidad y encontrar ese “algo más” en sus vidas. La idea de enamorarse de un ser sobrenatural, que representa lo desconocido y lo misterioso, puede ser un una manera de conseguirlo.

Los peligros de la romantización de la angustia adolescente

A menudo se idealiza la tristeza como algo atractivo, lo cual puede llevar a una glorificación de las enfermedades mentales y a una falta de búsqueda de ayuda y apoyo adecuados. Un ejemplo destacado de esta romantización se puede observar en el personaje de Effy Stonem en la serie británica “Skins”.

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Effy de Skins

Effy es retratada como una adolescente misteriosa y problemática, que lucha con sus propias emociones y enfrenta una serie de desafíos en su vida. A lo largo de la serie, se muestra su inclinación hacia la autodestrucción, su atracción por el caos y su tendencia a buscar la tristeza como una forma de encontrar significado y conexión con el mundo que la rodea. Su aura melancólica atraen a otros hacia ella, enamorados, creando así una romantización de su sufrimiento.

Una frase emblemática de Effy que refleja esto es: “Todo el mundo miente. No importa lo que digan, todos están rotos por dentro de alguna manera. Algunos solo saben cómo esconderlo mejor que otros“. Es importante destacar que aunque Effy Stonem puede resultar un personaje fascinante, es crucial recordar que la tristeza no debe idealizarse ni glorificarse. La salud mental y el bienestar emocional son aspectos fundamentales que deben ser abordados y tratados adecuadamente.

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Euphoria

Por otro lado, en la serie “Euphoria”, sí podemos ver cómo algunos personajes se alejan de esta romantización y asumen la responsabilidad de su propia felicidad. Las recaidas del personaje de Zendaya se ven como algo triste, y no como alguien ‘guay’ al que admirar. A medida que maduran, se dan cuenta de la importancia de cuidar su salud mental y alejarse de las tendencias autodestructivas.

Este viaje es para toda la vida. La angustia “adolescente”a veces vuelve a aparecer.

En ocasiones, la vida nos coloca en situaciones que nos obligan a replantearnos todo lo que conocemos. Puede ser una crisis personal, una ruptura, la pérdida de un trabajo o simplemente el deseo de cambiar y crecer. En esos momentos nuestra realidad se sacude y nos encontramos buscando respuestas y cuestionando todo lo que somos.

Vivimos una especie de “readolescencia” o “17 otra vez”. Es en este proceso de deconstrucción y redescubrimiento donde volvemos a experimentar emociones similares a las de la adolescencia. Nos enfrentamos a la incertidumbre, la inseguridad y la necesidad de encontrar nuestro lugar en el mundo.

Pero, al igual que en la adolescencia, esta etapa también está llena de oportunidades. Es un momento en el que podemos reinventarnos, explorar nuevas pasiones y descubrir aspectos de nosotros mismos que tal vez habíamos dejado en el olvido. No todo tiene que ser malo. Nos permitimos soñar de nuevo, tomar riesgos y abrazar la aventura de vivir.

Siempre está bien experimentar una segunda juventud, para reinventarnos y conocernos otra vez. En lugar de estancarnos en la monotonía y conformarnos con lo establecido, reciclarnos y seguir creciendo. La segunda adolescencia (o tercera y cuarta) nos brinda la libertad de explorar nuestras pasiones postergadas y aprender cosas nuevas. No importa la edad que tengamos, lo importante es disfrutar de cada etapa de nuestra vida, incluso varias veces.

El Attelier Magazine

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